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Cuando un cubano residente en el exterior regresa de visita a su patria en cierta manera se repite un episodio similar. Por parte del visitante es como si redescubriera una Isla. No se tardan exclamaciones como la siguiente -Coño pero esto esta peor que como lo deje! o también - Oe pero cuando yo me fui en esta calle no habían baches!, o sino - Y la ventana lateral de la carnicería donde esta?. Y es que se reencuentra uno con el mismo lugar pero como si esta vez se tratara de una Isla solitaria donde hubieran acelerado el tiempo y en lugar de 3 años hubieran transcurrido 16 siglos.
Por otra parte sus habitantes, aquellos que no han tenido la suerte de un viaje al exterior o de agarrar una lanchita y lanzarse en riesgosa travesía por el mar, siguen asombrándose cuando llegan los visitantes. Como deidades cargados de superpoderes, sofisticados regalos al arribar en inmensas naves desde lejanas e inalcanzables tierras, limpias y modernas a visitar la Isla por descubrir. Los amigos y familiares se acercan solo para olernos y tocarnos, como los indios a los dioses. Mientras en un gesto hacia los nativos compartimos nuestros superpoderes entregando un billete verde.