Tuesday, May 3, 2011

Viaje a Cuba

Desde mi ventana se iban divisando los coloridos e irregulares pedazos de tierra. Todos aplaudían de emoción, y entre risas y fotos íbamos descendiendo a la recién modelada terminal dos. El avión curiosamente se detuvo en el medio de la pista y ahí comenzó la interrogación conmigo mismo… es esto un cacheo preliminar porque venimos de un “país enemigo” o nos bajan en el medio de la pista de despegue?

Todos descendimos paquetes en mano y a pie en dirección a las oficinas de emigración donde la incertidumbre inunda a muchos que arriban por primera vez. Mi hilo de inquietudes fue interrumpido por una mosca que atrevidamente se poso en mi mano. No miento si digo que en 3 años fuera de Cuba era la tercera mosca que veía y la primera en hacer contacto con mi piel. El sol de Cuba venia picando en el cuerpo y mientras todos avanzábamos sudorosos hacia el gran edificio azul las preguntas se amontonaban tras las puertas.

Afortunadamente los temores se disiparon cuando logre pasar la prueba donde el mulato vestido de verde te pide que mires a la camarita de frente, luego hace silencio y examina cuidadosamente tus documentos y si tienes suerte te da la bienvenida en tono serio e indiferente.

Luego viene la hora de ir por tus maletas, esas que vienen repletas de esperanza y emoción. Y minutos más tarde te encuentras con la emoción y la esperanza hecha pedazos por la descomunal cifra que tienes que pagar por sobrepeso, porque a pesar de que hallas pagado un sobrepeso en tu país de embarque antes de subir al avión, también si no lo has notado la Isla de Cuba sufre un ligero hundimiento por tus libras de más y el gobierno de Cuba tiene el revolucionario deber de cobrarlas para comprar cabillas y colocarlas subterráneamente para seguir sosteniendo la Isla y sus ideas. Al inicio pensé que me irían a transportar del Aeropuerto a mi casa en avión y por eso me cobraban el sobrepeso en mi arribo, pero tuve que desechar esa conclusión cuando mi familia me recibió en un Chevrolet del año 50.

Tuve el privilegio de sentarme al lado del chofer de esta valiosa e inusual pieza de museo. Cuando vivía en Cuba no tenia carro ni soñaba tenerlo, era totalmente ajeno al tema pero en esta ocasión no dejaba de sorprenderme de cuan magistral manera estos dinosaurios habían sobrevivido al embate. No había cinturones de seguridad ni aire acondicionado pero fue un verdadero placer disfrutar junto a mi familia del largo y ruidoso viaje, y entre humos, baches y el milagro llegar a mi destino en la actual provincia Artemiseña.

Es algo difícil de colocar en palabras el montón de sentimientos mezclados. Es también muy duro ver como en 3 años todo permanece igual. Las bicicletas siguen con la misma pintura rayada, los rostros sudorosos y sonrientes que te reciben y miran a los ojos como rogando a un habitante de tierras inalcanzables por el regalo mínimo, o un breve fragmento de olor. Me sorprendió incluso como sin proponérmelo llegue a ser uno más, descubrí que también todo era mío, era una pieza más de aquel engendro que no termina, que te persigue en las noches, ata y silencia.

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