Te escribo estas líneas sin la formalidad con la cual debe dirigirse un ciudadano a un Presidente de la República. Quiero hablarte como venezolano y como quien fue compañero de luchas y sueños en un pasado que luce cada vez más lejano. Cuídate del poder, de las tentaciones que ese peligroso néctar produce en quienes lo degustan sin comedimiento ni racionalidad. Róbate unos minutos de soledad y pregúntate sin rodeos si estás satisfecho con lo que ha sido hasta ahora tu acción como sucesor de Hugo Chávez.
Reflexiona sobre la Venezuela que tenemos y la que podemos tener. Ponte en los zapatos de los siete millones y tantos de venezolanos que te eligieron, y colócate también en los de esos otros siete millones y tantos que prefirieron hacerlo por Henrique Capriles, entre ellos cientos de miles que apenas en octubre votaron por Chávez. Busca las razones por las cuales lo que se avizoraba como una victoria amplia y fácil se convirtió en un triunfo electoral con aroma de derrota política.
Sobre todo pregúntate si la confrontación, si el verbo remojado en gasolina, si la tendencia a catalogar de fascista, traidor a la patria, conspirador o terrorista a todo aquél que adverse al Gobierno sirven de algo para que Venezuela salga de sus graves problemas, y para mantener cohesionada, indefinida e incondicionalmente, a una población chavista que cada día tendrá menos paciencia frente a la retórica y reclamará soluciones concretas.
Pásale revista a tus recuerdos. A la lucha contra la represión, a las tantas veces que fuiste víctima de las maniobras montadas por los organismos de seguridad que te perseguían y te detenían sólo porque eras irreverente e indoblegable frente a la injusticia, y porque decidiste unir tu suerte a la de Chávez y el MBR 200. Ubícate de nuevo en los tigritos de la Disip. Y ponte ahora en los zapatos del general Antonio Rivero, un hombre bueno, que tú conoces, y que hoy es víctima de la misma fábrica de ollas que existe en la policía política, aunque ya no se llame Seguridad Nacional, Digepol o Disip.
Recuerda tus tiempos de dirigente sindical y anímate a desautorizar expresamente a ministros o demás funcionarios de cualquier nivel que continúen y profundicen las terribles prácticas de acoso laboral contra quienes no te dieron el voto o aún siendo chavistas mantienen una actitud de reclamo y lucha contra patronos “revolucionarios” que desconocen sus derechos. Conozco de buena fuente muchos casos y te los puedo comentar, si es tu deseo.
Piensa en la difícil hora por la cual atraviesa el país. Cuenta hasta diez antes de darle alas a iniciativas que atenten contra la paz y la convivencia. Si tanto te preocupa que otros no te reconozcan como Presidente ponte en el lugar de quienes tienen años sin ser reconocidos. Si reclamas la violencia de algún sector opositor no apañes ni promuevas la de quienes te apoyan.
Quizás no vas a lograr que quienes te adversan finalmente te respalden. Pero sí puedes hacer mucho para que te respeten. Por ejemplo, respetarlos. Préstale más atención a la generación de empleos y la captación de inversiones que a la búsqueda de camorra, a la cual son muy dados muchos de quienes dicen ser tus aliados.
No sobreestimes tu piso político actual ni menosprecies la fuerza de esos más de siete millones de venezolanos que reclaman un cambio, y que hoy se sienten indignados cuando se les llena de epítetos y amenazas. El país está en una disyuntiva: el barranco de la confrontación o la autopista del diálogo constructivo. Tú dirás adónde llevas ese autobús repleto de pasajeros.